El Presente. Bibliografía




La idea de escribir Las Crónicas —de repoblar Cumberland en la ficción, revolucionando la mecánica interactiva preconizada por el prócer Morgan German— surgió en Miami Beach a principios de 1995, en un ómnibus público en el que Richard del Monte viajaba hacia Idamanda Rosael, aunque él no lo sabía todavía.

La visión de los ancianos pasajeros —aunque en el autobús no sólo había ancianos, su aplastante mayoría lo inspiró—, transportados como pollos a través de la playa americana —en el ómnibus se preguntó súbitamente: “¿domeñados por los puntoCON?”— era contrastante: por un lado, su visión laudatoria de lo longevo —lo longevo como expresión potencial del Gran Salto Adelante— se resistía a admitir la decadencia visible en los rostros ensimismados, colgantes, requemados por el sol de la derrota social que delataba el abandono de los ancianos. Por el otro, a pesar de ser longevos, los longevos podían languidecer como pollos en un ómnibus de pasajeros. Iban —los llevaban— de un lado a otro, siempre el mismo trayecto, la misma monótona circunvalación, animales domésticos preteridos: Viejos animales de granja. Patos, gallinas… ¿Cerdos?

Más tarde decidió transformar Las Crónicas en Crónicas del Año del Cerdo. Desplegar el libro, originalmente concebido como una especie de ensayo o tratado, sobre un esquema flexible, capaz de juntar “Todos los Mundos en Uno”: la crónica cibernética, la novela, el testimonio erótico (el Himeneo de la Refundación* como pentagrama). Realidad y ficción complementándose. Claro que la ficción cumplía un papel sucedáneo en la evolución de los cuerpos, de la carne multiplicándose: pretendía dar forma al contenido más que influirlo directamente. No había piedad en ella, ni pudor, ni cuentos chinos. La ficción procuraba únicamente liberar a la realidad de sus convencionalismos, de su rigidez intratable. A fin de cuentas, repoblar Erótica.

Y por supuesto, era el nómada, el niño en perspectiva. Crecientemente atento a — inevitablemente inmerso en— El Hecho. El Cerdo aleteando en el autobús, queriendo escapar por la ventana.

Prefigurando a Idamanda.

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*Uno de los más rentables rubros de exportación thamacuneses fue la enseñanza en forma de manuales del Himeneo de la Refundación (preámbulos del coito elevados a la categoría de ejercicio espiritual), que superaría incluso, en ciertas épocas, la venta de huchas y de sopa de salmón en conserva. La abundante literatura sobre el himeneo exportada por el Reducto —parte de cuyo legado recoge Playa Hedónica— aún hoy beneficia a considerables sectores de la población cumberlana. 

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