El prócer Morgan German evacúa sobre la cubierta de un submarino U-boot VII-C 96, tras la fallida invasión hitleriana a Thamacun |
El general teutón Robben intentó fundar Berlín Caribe, una suerte de República en miniatura, en las inmediaciones de la Ciudad Prohibida, “tras tomar el Reducto sin un solo disparo al aire” (eso escribiría a sus superiores, aunque está demostrado que los alemanes se desgastaron en salvas de celebración, regadas por el vino dulce de las bodegas legadas por Beatriz de Eugenia y el aroma de la rivadavia que ya en La Habana, poco antes de inaugurar La Casa del Cerdo, había comenzado a cultivar la marquesa). Era, con exactitud, el 19 de septiembre de 1944, y el Almirante Edward Braun, que había enviado al general a marchar sobre “La Prohibida”, necesitaba urgentemente resarcir su carrera con una victoria en Thamacun (con una victoria en cualquier parte). Los germanos, cuyos submarinos habían zarpado desde Noruega, no estaban solos —asediados por la evidencia de que fuera del Reducto era imposible vivir más deliciosamente.
Robben desembarcó tras parquear tres sumergibles en la ensenada, con más de doscientos hombres a su mando —en algunas versiones se habla incluso de trescientos, pero no está claro si se tiene en cuenta a la tripulación especializada. Antes de marchar sobre la capital del Reducto, tomó el caserío de Paradisíaca, en el litoral noroeste.
Paradójicamente, la ocupación de lo que en la actualidad, en Internet, es Playa Hedónica, decretaría el fracaso de la invasión teutona (entendida como apropiación territorial más que como asunción cultural propiamente dicha). Braun, quien pocos meses antes había cometido errores imperdonables en Normandía, creía que la toma de La Prohibida lo resarciría ante sus superiores. Pero se equivocaba de medio a medio.
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